TORTAZO METAL 2019: Vigencia del antaño y el ahora

Seguramente fue difícil en 1938 para una ciudad aún inocente de advenimientos como el del futuro Bogotazo, al menos imaginar la conmoción que su teatro La Media Torta tendría como ámbito de expresión cultural mucho tiempo después. Vivo testamento de encuentro para miles de tendencias y formas de pensar, del cual sus habitantes podemos jactarnos todavía en el 2020, fue el Metal el que recientemente volvió a robarle el vacío con el clásico Tortazo, ciclo de conciertos popular durante los noventa y que en el último diciembre, sin refugiarse en las cómodas playas de la nostalgia y el soso adagio de todo pasado fue mejor, se sintió como una oportunidad interesante para observar de cerca cómo ciertas agrupaciones continúan demostrando en la época de la interconectividad por qué en la pesadez no hay conclusiones absolutas y contario a esto, tradición y evolución si saben unirse, son pulmones de un género reluciente en el imaginario noventero de las calles, cuando la violencia latía fuerte por ejemplo en el torrente nervioso de los trancones en la Avenida Diecinueve y el ansia de supervivencia peatona se entremezclaba con la incertidumbre de terrorismo urbano, una suerte de ruleta rusa que podía tocar a quien fuera, así curiosamente no tuviera velas en ese entierro.

El Tortazo siempre ha tenido cualidad magnética y gracias a ella, la razón para que asistentes de distinta edad, condición social o recorrido en los tramos de la música se ubiquen correctamente alrededor de dicho escenario. Se avecinaba un nuevo toque y para grandes retos, personas capaces: Kariwa, más alineados con la férrea experiencia que con el mundo novato, dispararon brutalidad de una actitud groove, perfilándose interesantes, pulidos progresivamente en festivales grandes, donde han sabido mostrarse dominantes. “No Creo que a Dios le Importe” es el nombre de su disco 2019 y con justicia de la palabra, también es justo añadir que en realidad no les importó ni el volumen del público ni el tamaño del recinto. Sabían muy bien a qué iban y lo hicieron con entrega. Espantaron hábilmente el silencio grisáceo del teatro al aire libre, donde el sonido imperfecto de comienzo tampoco les afectó mucho la entrada triunfal. Sobrevivientes constantes en la selva asfaltada del circuito local.

La honra al recinto abierto seguiría después: La voz de Henry Reina de Ingrand hizo buen uso de los decibeles para irrumpir en el hambre auditivo de la gente. Tal como en los años que la melena del frontman era más prolongada, los minutos destinados a su presentación fueron un combustible de enérgicas canciones, cautivando el ánimo de pogo para hijos de la anarquía, militantes de ropa negra o fieles del sonido callejero con pañoleta, cercanos al NYHC. Maduros a la hora de producir y canalizar un dinamismo sincero con el público, los creadores de “No hay Doble Realidad” siguen transformando ese algo que no los encaja en el montón, buscando infinitamente su más allá, explorando a través de su “Inner War” una etapa más global y profética de lo que siempre han querido. Con varias millas de labor a cuestas, Ingrand volvieron a esa casa que en parte les dio forma, honrándola si lo puedo narrar así, como templo no oficial del headbanging que desde La Circunvalar es al fin y al cabo, la voz que repiten los siglos…

La frialdad definitivamente no va con el Hardcore de El Sagrado y su Sagrada Familia es consciente de lo que sucede cuando ellos están destinados a reventar los parlantes en concierto: Camaradería y ebullición de vivencia en letra y música que vive desafiando el destino desde la crítica al entorno, pero también reivindicando al héroe local que transita nuestras realidades. La madre abnegada, el trabajador que curte la piel con ahínco, el inconforme que no le baja la cabeza a aquello que “le toca”, sino que invierte terquedad en lo que puede ser. Impactante la química sagrada de JJ, Pájaro, Alice y Rulos.

 

Con unas tres cuartas partes de la Torta ocupada y desafortunadamente, buena cantidad de fans afuera y sin boletas para ingresar, el Death Metal de Soulburner se plantaba frente a los seguidores para no dar el brazo a torcer ante cualquier símbolo de sutileza. Cualquier otra distribución del horario para las agrupaciones no hubiera opacado el brillo de todas y cada una, pero los alguna vez llamados Ritual hicieron sentir su lugar con el metal de cojones que ha marcado su historia desde su primitivo Split con Neurosis. Años que han servido para mantener una identidad y una técnica impermeable a modas efímeras. “Hellfire”, “The New Age of Darkness” y “The Throne of Armaggedon” les constituyen una trilogía simplemente brutal, homenajeada además con una mención a Unleashed y Samael, determinantes en su quehacer. Demoníacos en su ensamble, a la altura de cualquier locación metalera del mundo, Diego Melo en calidad de cantante destacó igualmente con una versatilidad en su performance, diferente a la rigidez típica de otros vocalistas en este estilo puntualmente.

La responsable de cerrar esta importante cita de alto nivel sería Ethereal, banda formada en 1996 y esperada con gran expectativa para el show. Habiendo preparado un set para resumir su recorrido discográfico, demostraron su particular destreza interpretativa, “resucitando” algunos clásicos de los días donde de lejos le llevaban enorme ventaja a otros grupos por sus iniciativas artísticas innovadoras y una capacidad musical elaborada, específicamente una que no le ha tenido miedo a los cambios, así su producción de canciones sea realmente mermada a la fecha.

Con una serie de himnos infaltables y que asimismo agentes como las tiendas de discos en el centro, la radio pública, los bares, Rock al Parque y la misma Media Torta contribuyeron a replicar en la era del famoso espacio de frecuencia modulada El Final de los Tiempos, el Tortazo Metal 2019 se despidió con una rueda de prensa donde sus invitados no solamente compartieron puntos de vista sobre el género al cual han consagrado interminables horas de ensayo, cerebro y pasión, sino también pusieron sobre la mesa la preocupación colectiva de crear otras alternativas aptas para el control de ingreso al público, junto al buen uso y beneficio de los accesos gratuitos, ya que la jornada sí tuvo en la presencia de los revendedores ilegales de entradas un lunar, replanteando por enésima ocasión nuestro dilema ciudadano de la ética, la utilización correcta del bien público y la cultura sobre nuestros intereses sociales sobre las ambiciones netamente del individuo.

 

Fotos: Libardo Mahecha

Joel Cruz