Liturgia en 1998. Foto: oocities.org
Acercarse a la música implica en momentos una oportunidad para tener proximidad con la geografía que sirvió como cuna de su origen. Manizales, ciudad aledaña al monumental Nevado del Ruiz y nunca indiferente a los fenómenos culturales que han ido apareciendo en otras regiones de la Tierra, ha resaltado históricamente por sus ostentaciones artísticas. Vengan de las expresiones innatas a su gente o fruto de la adaptación forastera, quizás fue una región apropiada para el génesis de la agrupación Liturgia. El vocablo con el cual los amigos y colegas Afar y Ctesias decidieron formarla hacia 1992, simboliza en medida exacta una filosofía que viene amoldándose desde sus raíces, parodiando y dando la espalda a la hegemonía católica que permea su país, sobre todo a una idiosincrasia como la que ellos atestiguaron en temprana juventud, resultando en contraste atraídos por el rock, mientras su comprensión de la realidad y la iluminación del conocimiento básicamente se dilataba en dirección contraria a la persecución que la comunidad religiosa reclamaba contra sus opositores en la población mentada.
Desde años previos al tema central de las palabras que leen ahora, los fundadores de la banda se asemejaban, si no es tan atrevido comparar, al accidente natural contiguo a la metrópoli manizalita: La fría condición de la cordillera andina les hizo coincidir hacia pretensiones doom death metal, emulando una especie de distinción que gozaba esta tendencia subterránea por algunas latitudes europeas durante los años noventa. Su distintivo sonoro para esta etapa, en la cual su música non sancta deambulaba entre otros sitios por los nacientes contornos metaleros de Cali, Medellín, Pereira y Bogotá, fue acrecentando su estela umbrosa en medio de grupos que optaban por la velocidad y la crítica social. Evolucionando de paso con influencias de la escuela clásica black metal, pero sin absorberlas globamente, Liturgia, reuniendo experiencia de años en una cinta demostrativa, un sencillo en vinilo de siete pulgadas y una amalgama de inspiraciones en general, lanzaba entre agosto y octubre de 1998 su primer cd profesional "El Esplendor de la Verdad", conocido por excelencia como "Veritatis Splendor".
Materializado por el sello Decade Records (hoy Hateworks) este debut hizo parte de la madurez que se iba tomando la mentalidad de ciertos artistas y su relación de cómo el metal con pasaporte nativo debía sonar o lucir; la manera en la que digería ideas traídas de la música extrema importada y la esencia original que transmitía desde su estética íntegra. Con menos recursos para llevar a cabo con éxito un larga duración semejante a producciones extranjeras, respaldadas por casas disqueras con alto músculo financiero, los discos típicos de la época brillaban al poseer una esencia autóctona, a pesar de tener proximidad con el lenguaje de uno de los géneros músicales más pesados en la sociedad universal. Los tracks que componen "Veritatis..." suenan con una percusión contundente, teclados realmente atmosféricos (desgarradores), acoplándose con guitarras altamente melódicas, componentes acertados en el trabajo de voces densas, agresivas, sugestivamente crípticas. Todo reunido señalaba una serie de historias primigenias en episodios de Samael, Tiamat o Rotting Christ que se adaptaban perfectamente a otras olas más modernas de su contorno anticlerical.
El futuro después de este capítulo en el anecdotario de Afar y Ctesias junto a los músicos que les han acompañado hasta sus días más recientes dan fe de una migración más notoria al black metal, aunque conservando sus raíces ("Corvi Et Cygnes", 2002), la agudez de su crudeza, de la mano con sus referentes locales ("In Nomine Profana", 2006) y el afianzamiento profundo de sus inquietudes conceptuales en "De Carne Christi" (año 2015).
El 2018 ha sido año de celebrar: A causa de ello, las tiendas especializadas albergan nuevamente en sus estantes una versión revisada de esta pieza, masterizada por segunda vez, obra y gracia de Dilson Díaz, personaje esratégico de leyendas como La Pestilencia y Masacre, aprendiz por cierto de trucos interesantes frente a la consola de audio. Su mano definitivamente tenía que notarse en esta entrega, entendiendo aquello que el larga duración debía transmitir según sus autores. La sentencia "Ars longa, vita brevis" la creo oportuna para concluir este escrito en torno a Liturgia, banda procreada en Manizales, vecina del Nevado del Ruiz; septentrional en su cima pero infernal en su interior, sigue llevando con persistencia a otras rutas sus creaciones, como revelación que vive más allá de lo que la mente humana usualmente limita.
Liturgia en el 2018. Foto: Fan page
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Foto portada: Noveno Círculo
Joel Cruz
Hummingbird Press