Una mirada sonora del TATTOO MUSIC FEST 2018

 

Crónica: Joel Cruz  -  Fotografía: Ricardo Cepeda.

La última versión del Tatoo Music Fest 2018 marcó un ángulo interesante y evidentemente profesional de la naciente industria especializada en el arte cutáneo. El crecimiento ambicioso de esta nueva entrega reflejó un certamen más acorde con su su punto ideal de evolución, considerando a nuestro país una plaza perfecta para un rol artístico que no la ha tenido fácil al lidiar con años de estigma social, la mediocridad y la poca higiene. Sin embargo, lenta pero fructiferamente ha estado abriendo su paso principalmente en el público joven, cada vez más perceptivo a esta tendencia estética, idónea para la libre expresión de la personalidad.

 

El esfuerzo conjunto de estudios, patrocinadores y artistas lleva cosechando grandes resultados desde su primera versión en 2015 en una cita que el arte cutáneo y la música han sabido cumplir. Gracias a este tipo de alianzas estratégicas banderas de México, Venezuela, Estados Unidos, Aruba, Italia y otros rincones del mundo pudieron representar lo que hacen en este campo de tinta creativa desde el talento de sus tatuadores. Duelo de expertos (al mejor estilo del ring como una contienda de boxeo), aerografía corporal, vitrinas de numerosos estilos y un amplio stand dedicado exclusivamente a toda la materia prima del oficio fueron efectivamente alternativas que le dieron al evento un estatus de alta calidad al que sin duda algún experimentado se atrevió a mencionar que "no tenía que envidiarle a congregaciones similares como Nueva York, por ejemplo". Las tablas (no las de la cama ni las del teatro ¡ojo!) sino  las de los skaters igualmente estuvieron presente con su zona exclusiva; aunque de manera publicitaria se hizo visible el músculo financiero y la radio comercial recién se interesó en la muestra internacional, se puede decir que las opciones para los asistentes en materia cultural fueron bastantes.

 

 

La Gran Carpa de Corferias fue el lugar indicado para la ceremonia del tatuaje este año y si muchos creen que su aspecto algo rústico le quita algo de sentido glamuroso de versiones pasadas, pues creo que están donde no es y mejor deberían adornar su piel con un Piolín de escarcha y fantasía. La vasta área del lugar precisamente sirvió para dilatar un espacio cómodo y dispuesto para las nueve mil almas inquietas que deambularon durante el pasado 18 y 19 de febrero en Bogotá. 

 

 

La música también fue anfitriona en el festival, con un cartel dinámico y enfocado en la adaptación de varios públicos, aunque algo falto en coordinación por horario, causa de descontento en agrupaciones y seguidores de las mismas. Un horario injusto para nombres del calibre de Random Revenge (la única banda del TMF con stand propio, buen nivel) y 8Bits Memory, propuestas altamente eficaces en horarios de cierre, o próximos al menos. Dentro del rock se destacó brutalmente Tras Las Púas tanto con sus composiciones propias como con Amós Piñeros de Ultrágeno. El reconocido frontman,  menos enérgico en comparación a sus años de gloria, supo pese a ello revivir los clásicos que marcaron el recorrido de los bogotanos finalizando los años noventa. Aunque el rock ha dejado de ser rey en el evento, el sábado de cierre preparaba su carta más poderosa, eso sí, sin dejar de mencionar a los mexicanos Here Comes The Kraken, invitados a tocar durante las dos jornadas: Me refiero a La 33, la ya veterana orquesta de salsa concluyendo una óptima jornadaPara el domingo Implosion Brain por su parte hizo lo suyo con una descarga de Death metal melódico que siempre mantiene abiertos los sentidos en los amantes de la música extrema, la interesante fusión de La Muérgana y el poder de El Sagrado. Con un Oponente Interno ecuatoriano y una reaparición de Los Viejos, la ceremonia ahora cabeza del tatuaje en Colombia finalizó por ahora, pero como amenazaban nuestros papás con las palmas de las manos cuando fallabamos en el colegio...¡más tarde arreglamos! y ellos pronto vendrán por más.